Algo se cuece en la base militar: no nos dejan salir, nos
cierran las puertas del barracón por fuera mientras dormimos, responden a todo
con un “no puedo decirle, transmitiré su pregunta a mi superior” o “por su
seguridad es mejor que no”. También están esos militares inhumanamente
fortificados en trajes especiales que escoltan al doctor; Son inquietantes: no
tosen, no se rascan, no cambian el peso de un pie a otro. Y todos miran con
especial interés a mi pj, un deportista fracasado/granujilla que fue mordido
por una zombie dos sesiones atrás y con el que parecen haber probado con éxito una
vacuna que detiene al virus S.A.R.I. pues los días han pasado y no me he vuelto
zombie.
En resumen, ha llegado la hora de escapar.
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