miércoles, 30 de mayo de 2012

Arikel


Arikel, mi “nuevo” PJ para "earthdawn". Una obsidian (Raza más parecida a elementales de roca que a la vida animal) recién despertada de un letargo milenario en un mundo extraño y al borde del colapso.

HISTORIA DEL PJ

Una palabra en medio de la oscuridad: ¡Despierta!

La inmovilidad de la roca, el abrazo del olvido. Empiezo a recordad, pequeños flashes: unas manos firmes empujándome dentro de la Roca Madre. Recuerdo que amaba con todas mis fuerzas al dueño de esas manos. “Nos veremos el día del renacer” dice mientras cierro los ojos. Me uno a la roca, y él fija las condiciones para el despertar, yo soy demasiado joven para hacerlo.

Todos sin excepción dormiríamos. Volveríamos a la vez, el día del renacimiento, una vez que el cataclismo hubiese pasado. Algo malo ocurría con el continente.

Mis padres, mi familia, ahora los recuerdo. El dolor me inunda. Yo era muy joven cuando aquel ser cayó sobre nosotros. Estábamos los cuatro, recolectando unas plantas para un proyecto de Padre. Era un sabio, un gran elementalista y un reconocido botánico, hasta una matriarca kobold le pedía consejo en ocasiones. La brisa y el sol acariciándonos. Olor a tierra removida y al desagradable pero estimulante tufo que genera la raíz de Cabirie al salir de la tierra. 

No quiero recordar más, volveré a sumirme en el abrazo silencioso del sueño en la roca madre, pero al igual que la mencionada raíz yo tampoco tengo elección: “ha pasado mucho tiempo” me insiste la voz.

Así que me veo obligada a recordar, a revivir como nuestra jornada de recolección fue interrumpida por los gritos de mi hermana. Como aquella criatura, escamosa, refulgente, gigantesca, la descuartiza delante de nosotros, como la lava de sus venas es derramada sobre los arbustos de Caribie, chamuscándolos, creando una oleada de olores… Olores traicioneros. Toda una vida asociando el olor de esa planta con los experimentos de padre, a la alegría de estar en familia mientras él nos cuenta todas las propiedades de esta o aquella planta, raíz o fruto o historias de los graciosos kobold. Y ahora ese olor ya no acompaña a mi padre quemando o destilando plantas, ahora es el olor de una hermana desparramándose sin vida por el terreno delante de mis ojos. La planta de Caribie ha cogido una vida llena de recuerdos agradables y ha derramado la vida de mi hermana sobre ellos. Cargo contra la criatura, lo recuerdo con la misma ira que sentí en aquel mismo instante, y con la misma impotencia, ahora y entonces, soy arrojada lejos de un zarpazo. Si hay dioses en el cielo la toman conmigo porque caigo sobre más arbustos de caribie que chamusco con mi sangre ardiente. Impotente, entre lágrimas, veo como toda la sabiduría mágica de mis padres solo logra hacer que la bestia huya sin apenas daño.

“Los tuyos ya despertaron hace años” me apremia la voz.

Poco después la noticia se había extendido entre otras familias, llegaron pésames, consejos y gente sabia para preparar la cacería del monstruo. También vino la Guardia de Jade, cuando los vi supe que aquel era mi sitio y ellos sabían que yo era uno de ellos. Eran un grupúsculo nómada, dedicados a la caza de bestias y peligros. No tenían buena reputación entre los sabios, pero a mí a esas alturas me importaba una mierda de dragón la opinión de los sabios. Además era una adolescente en fase de shock y rebeldía. Todos sus miembros eran hijos de otros miembros o habían ingresado después de perder a un ser querido de una manera terrible. Eran como una hermandad de huérfanos y desgraciados unidos por consuelo mutuo. Otros obsidian de mi clan me daban palmaditas, me decían que lo sentían, etc. Pero en los ojos de la Guardia de Jade vi la mirada de gente que realmente era como yo y que sabían cómo me sentía. Ellos me aceptaron y para disgusto de mis padres ningún clan puede prohibir a uno de sus miembros abandonarlo.

Me sentí viva al unirme a la Guardia de Jade, como viva me siento ahora empezando a mover una mano.

Pase más de una década con la guardia de Jade, su propio líder me enseño el camino del guerrero. Allí conocí a Guijarro, mi amante, el que me hundió en la roca. Guijarro había perdido a toda su familia. La guardia de jade lo encontró solo, vagando por un bosque. Era incapaz de matar a una mosca, y un redomado cobarde, y apenas le mantenía la mirada a nadie. Cualquiera pensaría que en un clan de guerreros no encajaba, pero lo cierto es que había encontrado su nicho: era nuestro bardo, nuestro curandero, nuestro consejero, y el que acompañaba al líder a las reuniones con otros grupos. Y lo más importante siempre tenía una sonrisa y una palabra de ánimo para todo el mundo.

Empiezo a oír cuchicheos en lenguas extrañas, estoy despertando, aunque no me siento rodeada de roca.

Cuando matamos a la criatura que había terminado con mi hermana fue uno de los días más felices de mi vida, me sentí liberada de una carga, de la necesidad de venganza. Mientras caminábamos de vuelta al campamento pensé que quizá podría proponerle a guijarro tener un hijo. Él lo deseaba y solo mi afán por vengarme del monstruo me había privado del tiempo necesario para ello. Pero cuando llegamos al campamento había visita. “El continente se hunde, es hora de dormir” fue la frase con la que se nos recibió.

Y ahora, milenios y milenios después, vuelvo a abrir los ojos. 

* * * * *

Y una hora después me encuentro en una cocina, mirando a una criatura echa de oscuridad cuyos ojos son un vórtice hacia la misma muerte. En medio del terror y la desgracia, mientras me golpeo el pecho para que mi pobre corazón siga bombeando lava, alguien derrama un bote de “caribie en polvo, ideal para pizzas”. Bienvenida a Cordinca, me dicen mientras el olor me invade. Puta Caribie, puta Cordinca y puto bicho infernal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario