Arikel, mi “nuevo” PJ para "earthdawn". Una obsidian (Raza más parecida a elementales de roca que a
la vida animal) recién despertada de un letargo milenario en un mundo extraño y
al borde del colapso.
HISTORIA DEL PJ
Una palabra en medio de la oscuridad: ¡Despierta!
La inmovilidad de la roca, el abrazo del olvido. Empiezo a
recordad, pequeños flashes: unas manos firmes empujándome dentro de la Roca
Madre. Recuerdo que amaba con todas mis fuerzas al dueño de esas manos. “Nos
veremos el día del renacer” dice mientras cierro los ojos. Me uno a la roca, y él
fija las condiciones para el despertar, yo soy demasiado joven para hacerlo.
Todos sin excepción dormiríamos. Volveríamos a la vez, el
día del renacimiento, una vez que el cataclismo hubiese pasado. Algo malo
ocurría con el continente.
Mis padres, mi familia, ahora los recuerdo. El dolor me
inunda. Yo era muy joven cuando aquel ser cayó sobre nosotros. Estábamos los
cuatro, recolectando unas plantas para un proyecto de Padre. Era un sabio, un
gran elementalista y un reconocido botánico, hasta una matriarca kobold le
pedía consejo en ocasiones. La brisa y el sol acariciándonos. Olor a tierra
removida y al desagradable pero estimulante tufo que genera la raíz de Cabirie
al salir de la tierra.
No quiero recordar más, volveré a sumirme en el abrazo
silencioso del sueño en la roca madre, pero al igual que la mencionada raíz yo
tampoco tengo elección: “ha pasado mucho tiempo” me insiste la voz.
Así que me veo obligada a recordar, a revivir como nuestra
jornada de recolección fue interrumpida por los gritos de mi hermana. Como
aquella criatura, escamosa, refulgente, gigantesca, la descuartiza delante de
nosotros, como la lava de sus venas es derramada sobre los arbustos de Caribie,
chamuscándolos, creando una oleada de olores… Olores traicioneros. Toda una
vida asociando el olor de esa planta con los experimentos de padre, a la
alegría de estar en familia mientras él nos cuenta todas las propiedades de
esta o aquella planta, raíz o fruto o historias de los graciosos kobold. Y
ahora ese olor ya no acompaña a mi padre quemando o destilando plantas, ahora
es el olor de una hermana desparramándose sin vida por el terreno delante de
mis ojos. La planta de Caribie ha cogido una vida llena de recuerdos agradables
y ha derramado la vida de mi hermana sobre ellos. Cargo contra la criatura, lo
recuerdo con la misma ira que sentí en aquel mismo instante, y con la misma
impotencia, ahora y entonces, soy arrojada lejos de un zarpazo. Si hay dioses
en el cielo la toman conmigo porque caigo sobre más arbustos de caribie que
chamusco con mi sangre ardiente. Impotente, entre lágrimas, veo como toda la
sabiduría mágica de mis padres solo logra hacer que la bestia huya sin apenas
daño.
“Los tuyos ya despertaron hace años” me apremia la voz.
Poco después la noticia se había extendido entre otras
familias, llegaron pésames, consejos y gente sabia para preparar la cacería del
monstruo. También vino la Guardia de Jade, cuando los vi supe que aquel era mi
sitio y ellos sabían que yo era uno de ellos. Eran un grupúsculo nómada,
dedicados a la caza de bestias y peligros. No tenían buena reputación entre los
sabios, pero a mí a esas alturas me importaba una mierda de dragón la opinión
de los sabios. Además era una adolescente en fase de shock y rebeldía.
Todos sus miembros eran hijos de otros miembros o habían ingresado después de
perder a un ser querido de una manera terrible. Eran como una hermandad de
huérfanos y desgraciados unidos por consuelo mutuo. Otros obsidian de mi clan
me daban palmaditas, me decían que lo sentían, etc. Pero en los ojos de la
Guardia de Jade vi la mirada de gente que realmente era como yo y que sabían
cómo me sentía. Ellos me aceptaron y para disgusto de mis padres ningún clan
puede prohibir a uno de sus miembros abandonarlo.
Me sentí viva al unirme a la Guardia de Jade, como viva me
siento ahora empezando a mover una mano.
Pase más de una década con la guardia de Jade, su propio
líder me enseño el camino del guerrero. Allí conocí a Guijarro, mi amante, el
que me hundió en la roca. Guijarro había perdido a toda su familia. La guardia
de jade lo encontró solo, vagando por un bosque. Era incapaz de matar a una
mosca, y un redomado cobarde, y apenas le mantenía la mirada a nadie.
Cualquiera pensaría que en un clan de guerreros no encajaba, pero lo cierto es
que había encontrado su nicho: era nuestro bardo, nuestro curandero, nuestro
consejero, y el que acompañaba al líder a las reuniones con otros grupos. Y lo
más importante siempre tenía una sonrisa y una palabra de ánimo para todo el
mundo.
Empiezo a oír cuchicheos en lenguas extrañas, estoy
despertando, aunque no me siento rodeada de roca.
Cuando matamos a la criatura que había terminado con mi
hermana fue uno de los días más felices de mi vida, me sentí liberada de una
carga, de la necesidad de venganza. Mientras caminábamos de vuelta al
campamento pensé que quizá podría proponerle a guijarro tener un hijo. Él lo
deseaba y solo mi afán por vengarme del monstruo me había privado del tiempo
necesario para ello. Pero cuando llegamos al campamento había visita. “El
continente se hunde, es hora de dormir” fue la frase con la que se nos recibió.
Y ahora, milenios y milenios después, vuelvo a abrir los
ojos.
* * * * *
Y una hora después me encuentro en una cocina, mirando a una
criatura echa de oscuridad cuyos ojos son un vórtice hacia la misma muerte. En
medio del terror y la desgracia, mientras me golpeo el pecho para que mi pobre
corazón siga bombeando lava, alguien derrama un bote de “caribie en polvo,
ideal para pizzas”. Bienvenida a Cordinca, me dicen mientras el olor me invade.
Puta Caribie, puta Cordinca y puto bicho infernal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario